sábado, 29 de junio de 2013

La casa


En las últimas semanas, en la sede de la Asociación de Investigación Cartagena, se había disfrutado de una paz poco usual. Parecía que los delincuentes se habían ido de vacaciones al mismo tiempo. Era eso o que la policía actuaba sin dejar a los chicos nada que hacer. Así, Rafa podía dedicarse tranquilamente a estudiar, junto con Galindo o con Lucas, y preparar los últimos exámenes, ya que junio se acercaba, implacable, y los chicos no querían suspender por nada del mundo. Así que mientras todos estudiaban, Javi, Laura y José Antonio se hacían cargo de la poca tarea que les llegaba.
Ese mismo viernes por la mañana la tranquilidad se iba a truncar. En cuanto la puerta principal fue abierta, un hombre entró al recibidor y se dirigió directamente hacia los chicos.
Buenos días saludó Javi.
No tienen nada de buenorespondió el hombre. Necesito ayuda y la policía no me hace caso.
Típico.
Le invitaron a pasar al despacho de presidencia.
Bien Javi se sentó, y Laura y José Antonio hicieron lo mismo. Siéntese, por favor. Cuéntenos por qué está tan alterado.
De acuerdo. Verán, mi nombre es Emilio Torres. Vivo desde hace poco cerca del puerto, en una casa que alquilé hace cosa de una semana. Parecía todo muy tranquilo, pero no pasé ni dos noches allí cuando empezaron a ocurrir cosas muy extrañas.
Defina “cosas muy extrañas”le pidió Laura.
Extraños gemidos por la noche. Sombras extrañas que vagan por la casa. Incluso me pareció ver a alguien merodeando por allí a eso de las tres y cuarto de la noche, cuando uno de esos extraños gemidos me despertó de improviso.
Es extraño, sin duda… dijo Javi. ¿Dónde está situada esa casa?
La calle que pasa por encima de la muralla de Carlos III, ¿sabéis cuál os digo? los tres asintieron. Pues allí. ¿Pero dónde va?
Javi se había levantado de su asiento y escudriñaba en el ordenador un fichero sobre los alquileres de los apartamentos y pisos de Cartagena, y parecía que había encontrado algo.
Ajá… pues parece que no es usted el único al que le parece que pasen cosas raras ahí. Tengo constancia de dos alquileres previos. El primero, hace tres años. Un tipo alquiló la casa durante dos semanas y se largó de improviso. La siguiente, una familia que se fue a vivir allí y estuvo veinte días. Se largaron todos también sin explicación. Lo que me lleva a que es cierto que pasan cosas raras allí, porque si no, nadie se explica las espantadas.
Me van a ayudar, ¿no?
Claro… dijo Javi, distraídamente, cerrando el archivo. Se conocen varios casos de casas embrujadas en el mundo, pero que haya una aquí no entraba dentro de lo que yo supiera. Jamás se me habría ocurrido pensarlo.
¿Qué vamos a hacer? preguntó Laura.
Pasaremos la noche en la casadijo Javi, con tranquilidad. ¿Hay algo más que quiera añadir?
Bueno, es curioso, cuanto menos dijo Emilio Torres. Los extraños ruidos comenzaron en la planta de arriba, en la habitación contigua a mi dormitorio. A la segunda noche de ruidos me trasladé al piso de abajo y los ruidos me persiguieron. Ahora duermo en el salón, y aunque la pasada noche no ocurrió nada, sigo teniendo miedo.
Está acojonado, vamos… dijo Javi.
Exacto. Esa es la palabra.
Qué fino eresle espetó José Antonio.
Me has entendido, ¿no? Nos vamos a la casa, los tres. Dormiremos allí esta noche y las sucesivas. Bueno, no pienso dormir en toda la noche porque voy a averiguar quién o qué produce esos ruidos.
Me dan miedo las casas embrujadasdijo Laura.
Javi pensó, rápidamente.
Si partimos de la hipótesis de que algo o alguien produce ese ruido para echar a los inquilinos de la casa, no hay nada que temer. Y si los quiere echar, es por algo. Algo que esconde, tal vez.
Emilio Torres les dio un plano de la casa y señaló.
Planta baja. Por aquí se entra. El recibidor. Al fondo, el salón, y aquí la cocina. Un dormitorio y aquí un trastero. Dos baños, uno aquí y otro aquíseñaló con el dedo. Y aquí la planta de arriba. Una terraza. Mi dormitorio es este, y la habitación contigua es esta otra. Ahí es donde oí los ruidos la primera noche. En la escalera es donde vi al fantasma, mirándome fijamente con sus ojos rojos…
¿No se ha parado a pensar que en vez de un fantasma es algún imbécil con lentillas rojas que produce los ruidos y que sólo quiere asustarle para que se largue de la casa? preguntó Javi.
Emilio quedó en silencio.
Pues… no lo había pensado…
De todas formas iremos esta noche a vigilarresolvió el presidente de ADICT.
Laura tragó saliva. No le gustaba nada la idea.
Sabéis dijo Jose Antonio, no me atrae la idea de pasar una noche con vosotros de sujetavelas, porque me da que vais a hacer más ruido con la cabecera de la cama que el fantasma cuando se asome por…
¡Cállate ya! bramó Laura. Siempre estás igual…

A las diez de la noche los tres chicos habían llegado a la casa. Javi escrutó atentamente cada palmo de la planta baja. Parecía todo normal. Subió las escaleras. Un único pasillo comunicaba con las habitaciones. Entró a la habitación donde se producían aquellos extraños ruidos. Estaba sencillamente amueblada, tan solo una cama, una mesita de noche y un armario empotrado bastante grande. Javi miró el armario. Luego, salió al pasillo y miró la pared tras el armario. Volvió a entrar a la habitación y dirigió de nuevo su mirada al armario.
Curioso.
¿Curioso? ¿No has visto nunca un armario o qué? preguntó José Antonio. ¿Qué crees, que lleva a Narnia, o algo?
A Narnia sí que te voy a mandar yo, pedazo de zopencodijo Javi, distraídamente, sin dejar de mirar el armario. Bien, cenemos algo y vayámonos a dormir…
¿Dónde dormiremos?
En la habitación de al lado. Id bajando a la cocina. Enseguida voy…
Laura y José Antonio bajaron a la cocina. Javi se quedó en la habitación, mirando el armario como si no hubiera visto uno en su vida.
Juraría que... o no… pero puede ser que… hum… murmuraba, para sí. En fin…
Dejó la habitación y se dirigió a la cocina. Se prepararon la cena y a eso de las once se acostaron.
¿Me despertáis sobre las tres? preguntó Javi.
¿Estás loco? replicó José Antonio, metido en una cama plegable que habían puesto al lado. ¿A las tres nada menos, loco?
Oye, peores cosas se han visto…
Yo te despiertole dijo Laura. ¿Pero para qué?
Oh, ya lo verás.

Así hizo Laura. Puso un despertador a las tres de la mañana, que sonó, despertando a los chicos a esa hora.
Tengo sueñose quejó José Antonio.
Cállatedijo Javi, en voz casi inaudible. Si mis cálculos son correctos, y suelen serlo, dentro de diez minutos a través de ese tabique, que separa nuestra habitación de la contigua, podremos oir el ruido al que se refiere nuestro amigo Emilio.
El único ruido que llevo oyendo yo toda la noche son tus ronquidos dijo José Antonio.
Pero si yo no ronco…
Joder que no, pareces un armadillo en celo.
¿Armadillo en…? ¿Pero eres tonto?
Ah, callaos de una vez, parecéis un matrimoniose quejó Laura.
Y entonces se oyó. Un ruido, un siseo que provenía de la habitación de al lado. Los tres quedaron quietos. Pero entonces, agarrando su arma, Javi saltó de la cama y entró en tromba a la habitación de al lado. No salió de su asombro cuando se la encontró vacía. Laura le había seguido.
¿Qué esperabas encontrar? preguntó.
A alguien respondió él, que parecía desconcertado. Miró de nuevo hacia el armario, ceñudo. En esta habitación había alguien. Me juego lo que sea. El ruido ha parado en cuanto he salido al pasillo, ergo quienquiera que lo estuviera haciendo se ha largado.
¿Pero cómo puedes saberlo? Mira a tu alrededor, no hay nadie.

Volvieron a su dormitorio. Javi seguía con expresión de desconcierto. José Antonio dormía como un tronco. O eso parecía.
Qué gran ayuda eres, tío… dijo Javi.
Volvieron a dormirse. Así fue la primera noche en la casa. Pero la segunda noche fue igual. Exactamente igual. Sobre las tres, se oyó aquel siniestro ruido. Javi saltó de su cama y entró a la habitación contigua en tromba, encontrando que no había nadie allí.
¿Y si son fantasmas? preguntó Laura.
Estupideces. Hay casas encantadas en el mundo, es cierto, pero esta no es una de ellas. Estos ruidos son provocados.
Y se oyó un siseo justo en la planta de abajo. José Antonio llegó a la habitación.
Eso viene de la habitación justo que hay debajo de esta en la que estamos ahoradijo.
¿Estás seguro?
Totalmente.
¿Te quedas aquí y le atizas a cualquiera que entre?
Por supuesto…
Javi salió disparado escaleras abajo, pistola en mano. La escalera estaba despejada. Pero abajo no había nadie. Echó un vistazo a la habitación que había justo debajo del cuarto donde se habían producido los ruidos y de la que, según José, había surgido el ruido por última vez.
Esto es delirante se dijo Javi. Ya sé qué haré mañana…

Al día siguiente se despertaron temprano y desayunaron. A eso de las once Javi cogió una cinta métrica y comenzó a medir habitaciones como un loco, de ancho y de largo, tanto por dentro como por fuera de la casa.
¿Qué le pasa? preguntó Jose Antonio.
Habrá encontrado algo. O eso o se ha vuelto loco.

Dos horas después, antes de comer, Javi estaba visiblemente satisfecho.
¿Qué pasa? preguntó Laura.
Chica guapa, lo tengo. No hay fantasmas aquí, eso te lo aseguro. Esta noche lo comprobarás. Y ahora, disfrutemos del resto del día tranquilamente.
Oh, sí que hay fantasmas aquí, tú eres uno de ellosdijo José Antonio, con desdén.
Eres muy gracioso, pero le tengo que dar las gracias a tu oído comentó Javi, con deje de misterio.

Esa misma noche, a las dos y media, Javi se levantó.
Laura, en cinco minutos ve a la habitación de donde proceden los ruidos. José, en cinco minutos tú ve a la de abajo. La que oíste ayer. ¿Vale?
Claro como el aguadijo Laura.
Javi salió de la habitación. Dónde fue, no lo sabían Laura ni José, pero cumplieron la orden. A las tres de la mañana, nada ni nadie produjo ningún tipo de ruido siniestro. Por el contrario, se oyeron golpes que provenían de alguna parte y, de pronto, Javi salió por el armario empotrado de la habitación que vigilaba Laura con un tipo a rastras. El hombre llevaba una grabadora y un amplificador de sonido en las manos.
He aquí al fantasmón de cementeriodijo Javi, lanzándolo despectivamente contra la cama. El hombre cayó bocabajo, aturdido. ¡José, sube!
José Antonio subió al dormitorio.
¿Pero qué… cómo…? Laura estaba desconcertada.
Me llamó mucho la atención un armario empotrado aquí, por eso me quedé mirándolo. Y más aún cuando vi el de abajo, que coincidía exactamente en posición con este. Estaban justo uno encima del otro. Y fíjate en las medidas interiores de la casa, que anoté esta mañana sacó un papelito arrugado del bolsillo. Compáralas con las exteriores. Éstas son mucho más grandes. Eso me dio pie a pensar que dentro de la casa había algún paso secreto. Más concretamente, estos extraños armarios, que son en realidad un ascensor secreto que comunica el piso de abajo con el de arriba. Este miserable no tenía más que entrar por las noches, hacer ruidos y espantar a los inquilinos. Y con eso la casa queda embrujada.
¿Pero por qué iba alguien a hacer eso?
Porque este desgraciado ha estado usando la casa como escondite de los botines que roba poco a poco. Un día un poco de un súper, otro día otro poco de la tienda de los chinos, y poco a poco, día a día, y mientras consiguiese mantener la reputación de casa embrujada y que nadie se acercara, podría seguir con sus pequeños robos y guardarlos todos en alguna parte de esta casa. Más concretamente en un hueco de este ascensor tan majo que se ha improvisado con los armarios. Si los inquilinos de la casa no se iban del susto, entraba en sus habitaciones con unas lentillas rojas y hasta arriba de maquillaje para asustarles y ya poco duraban aquí.
Sois unos metomentodoles espetó el tipo, tirado en la cama.
Y tú vas a ir a la cárcel. Creo que le podemos quitar el cartel de casa embrujada a este piso, es muy majo.
dijo Laura, creo que don Emilio Torres estará encantado de volver aquí.
José, llama a don Alfredo y que mande un par de polisdijo Javi. Creo que nos agradecerán haber resuelto otro marrón.

El dinero robado fue recuperado del hueco del armario – ascensor. No se sabe qué pasó con el ladrón, pero desde luego en Cartagena no se supo más de él. Emilio Torres volvió a la casa y la ADICT se apuntó otro éxito más que añadir a su lista.