Un nuevo día amaneció. Era 28 de diciembre del año
de gracia de 2010 y ADICT se reunía a las nueve y media de la mañana para
tratar algunos asuntos. El árbol de Navidad brillaba en la sala principal de la
sede de ADICT y un belén ocupaba buena parte del ancho hall de entrada. A las
nueve y media Javi y José Antonio ya estaban allí, recién desayunados. Y Laura
andaba también por allí cerca. Rafa miraba el periódico de la mañana, sentado
en un sillón.
A los pocos minutos los miembros del club entraban
en el salón de reuniones. Y Lucas fue el primero en hacer una aportación que
pasó a los anales de la
Historia:
―¿A que no sabéis qué día es
hoy?
―Sí. Jueves ―respondió Laura
―¡El día de los inocentes! ―exclamó Lucas, con
entusiasmo.
―Eh, eh, ¡para! ―dijo Javi, temiéndose lo
peor―. Si
vamos a empezar como siempre, apaga y vámonos. ¡Ni una bromita quiero este año!
Ya tuvimos bastante el año pasado.
―¿No quieres desayunar, Javi?― preguntó Galindo―. Un chocolate, recién hecho,
caliente, como a ti te gusta… ¡o un café!
―Pues dámelo tú, anda―dijo Javi.
―¿Y por qué no lo coges tú? ―preguntó Lucas.
―¡Porque sé que alguna me
tienes preparada, como si lo viera! Veneno, matarratas, ácido o cualquier cosa―exclamó Javi―. No voy a cogerlo, que lo
sepas… Además, ya he desayunado. Y muy nutritivamente, además.
Juanjo
llegó por allí. Acompañado de Héctor, fue el último, junto con sus compañeros,
en hacer su aparición en la reunión.
―Buenos días―saludó―. Siento el retraso. No he
tenido tiempo siquiera de desayunar…
―Buenas, Juanjo… ¿un
chocolate? ¿Un café?―preguntó
Lucas.
―Pero deja ya el chocolate,
hijo mío, que pareces tonto―le espetó
José Antonio. Juanjo aceptó un café caliente de buen grado. Fue hacia la
cafetera y cogió la primera taza que vio. Vertió el contenido de la cafetera en
la taza pero ésta tenía un agujero perfecto en el centro y el café salió por
él, ensuciando el suelo y haciendo que Juanjo pegara un salto del susto… Lucas
y Galindo se desternillaban de la risa.
―¡Pero seréis…!―se enfadó Juanjo, cogiendo
una servilleta y limpiando el charco de chocolate que había quedado en el
suelo.
―¡Bueno, vale, ya basta!― exclamó Javi―. Creo que estamos aquí para
hablar del Caso Voronkov – Vicuña – y compañía, y no para ver vuestras bromas
estúpidas, Lucas, así que dejadlo…
―¡Alegría, hombre, que es
Navidad! ― dijo
Lucas.
―Alegría y Navidad te voy a
dar yo a ti… en toda la boca―murmuró
Javi, por lo bajo.
―Lo que espero sinceramente
es que nadie utilice el timbre― dijo
Galindo.
―¡Pero si nosotros no tenemos
timbre!― exclamó
Laura.
―Ahora sí…― dijo Lucas, poniendo en su
rostro una maligna sonrisa.
―No me lo digas.
¿Electrocución, tal vez? ¿O me equivoco? ―preguntó Javi, con sarcasmo―. ¡Pues ve quitándolo porque espero una visita importante!―el gesto de sarcasmo tornó
inmediatamente en uno de enfado, y fulminó a Lucas con la mirada.
No hizo
falta que lo quitara nadie, porque nada más decir aquello unos alaridos
horribles se escucharon en la sala principal. Rafa salió temiéndose lo peor,
pero no era del timbre, sino que vio a un ser horrible, gimiendo y dando unos
gritos espantosos…
Javi y José se acercaron al tipo del disfraz. José
le arrancó la horrible máscara de la cara, una máscara verde deforme, con ojos
rojos, unos pelos larguísimos y unas orejas picudas terribles. Y allí estaba
Marco...
―¡Marco! ¡Me cago en la Orden, estabas más guapo con
la máscara del Grinch! ―exclamó
Javi.
―¡Inocentes, inocentes…!―empezó Marco, riéndose a
carcajadas; pero no consiguió el efecto deseado, porque allí le miraban todos
con cara rara. Javi estaba a punto de matar a alguien. Viendo que no se reía
nadie, cesó en el intento de hacer gracia―. ¿Pero qué pasa aquí? Vaya caras…
―Es normal, en los últimos
tiempos no piensan nada más que en liquidarnos a todos por ahí fuera― dijo Javi―. Pero bueno, tú sigue
dedicándote a lo tuyo, que es hacer el anormal, y muy bien que lo ha…
No había
terminado de hablar cuando un estruendo sacudió el exterior.
―Vaya un petardazo―dijo Sergio, asomándose por
la ventana.
¡BOUM!
¡Otra explosión! ¡BAM! ¡Otra más! Rafa se metió a toda prisa bajo una mesa,
Lucas se refugió tras el portal de Belén, Javi y Laura sacaron sus pistolas y
se apostaron contra la pared, al lado de las ventanas, y Sergio corrió a la
sala de control… ¡Y bum, otra explosión!
―¡¿Pero qué pasa?! ―bramó Javi, mirando fuera a
través de la ventana.
―¡Es que esto son nuestras
costumbres frikis para los nuevos juegos shooter de Año Nuevo! ―decía Marco―. En lugar de regalar libros
y cosas así, pegamos bombazos… armamentos, hay que gastarlos, ya sabéis… Y
Guille me está haciendo su regalo.
―¡Yo a ti te mataré luego,
pero ahora voy a defender el sitio! ― exclamó Laura, disparando un par de dardos por la
ventana, no se sabía dónde, pero si le daba al tío que estaba bombardeando, mejor...
―¡Esto es de locos!― exclamó Rafa―. ¡¡Guille, deja de hacer
tonterías!!
―¡¡MUERTEEEEEE!!― vociferó alguien. ¡¡BOUM!!
Otra explosión sacudió el aire e hizo saltar a todos.
―¡Ya está bien! ¡Voy a llamar
a la policía! ―gritó
Laura.
―¡Muy bien, ya vale! ¡O paran
las explosiones o me cargo a alguien! ―gritó Javi. En ese momento Guille entró por la puerta y,
mirando a Marco, a Lucas, a Galindo y a Rafa, que había salido de sus
escondites, les hizo un gesto, y todos juntos gritaron la consabida palabra:
―¡Inocentes, inocentes!
Laura
sacó la pistola thaser y la cargó al máximo.
―¡Agárrame o los mato!
¡Agárrame o les meto veinte mil voltios! ―gritaba Laura, indignada―. ¡Agárrame que me los cargo! ¡Agárrame o los asesino!
¡¡Agárrame que los liquido…!!
―¡Vale, vale, Laura, déjalo!
¡¡TEMPLA!!―Javi la
sujetó―. ¡Quien
ríe el último ríe mejor! ¡Se van a enterar! ¡Por mis santos cojones que se van
a enterar! ―les miró
de reojo.
―¡Mirad lo que os digo, me
voy a dormir y no quiero saber nada de nadie hasta el día de Reyes! ―exclamó Sergio entonces―. ¡Manda huevos, unos tíos
ya de vuestra edad con estas gilipolleces!
―Sí, coño, ¡pero es que
siempre picamos! El año pasado igual…―dijo Laura, que, muy enfadada, guardó su pistola.
Marco y
Guille salieron de allí, riéndose a más no poder. Salieron de la sede del club
a carcajada limpia.
―¿Pero has visto la cara que
han puesto cuando he estallado la dinamita ahí detrás? ―preguntaba Guille.
―¡Épico, Guille, ha sido
épico! ―reía
Marco.
Pero en
ese instante una nueva figura llegaba…
―¡Anda, mira, los frikis!
¿Qué hacéis aquí? ¡Largaos, anda, largaos!
―Hombre, el matón de
instituto, Juan Suárez… ¡Feliz Navidad! ¿Vas a entrar? ―preguntó Guille, al que se
le saltaban las lágrimas de la risa.
―¡Sí, voy a entrar porque
estos imbéciles me deben varias explicaciones! ¡Sobre todo el paleto del
presidente! ¡Y apartaos de en medio! ¡Ya os estáis largando, venga!― chilló Suárez. Apartó a
Marco de un empujón ante las protestas de Guille y las del propio Marco. Juan
llevó el dedo al timbre. Y a continuación…
―¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!!!
La
instalación eléctrica de la
ADICT pegó un chasquido de agárrate y no te menees. Los
ordenadores que estaban encendidos descargando algún archivo pegaron un
chispazo que los fundió, mandando las transacciones al garete; las bombillas
chisporrotearon; la calefacción pegó un chasquido; la televisión pegó un
petardazo; las luces del árbol y del belén se quemaron y hasta saltaron los
plomos para evitar una desgracia. Hasta la tostadora soltó una descarga.
―¡El timbre, el timbre! ¡Han
picado!― exclamó
Lucas, entusiasmado.
―¿¿PERO QUÉ HAS HECHO,
ANIMAL, SO DESUSTANCIADO??― gritó
Sergio corriendo hacia la puerta junto con Laura. Javi se asomó por la ventana…
―¡¡SUÁREZ!!― bramó Javi, alarmado―. ¡Juan Suárez! ¡Abrid la
puerta! ¡Y contigo ya hablaré luego, pedazo de julai!― indignado, señaló a Lucas.
Laura
abrió la puerta. Guille sujetaba a Suárez, que no se tenía en pie. Suárez tenía
el dedo en alto, encendido, en involuntaria parodia de E.T, totalmente negro,
los pelos carbonizados y más de punta que de costumbre, soltando chispas, la
ropa negra como el carbón…
―Perdonad, esto estaba
fuera...― dijo
Guille, sosteniéndolo.
Pasaron a
Juan al interior del local y lo sentaron en un sofá. El pobre no podía articular
palabra…
Transcurría
el día. Javi y José Antonio salieron para hacer unas gestiones de la asociación
y dijeron que estarían de vuelta para comer todos juntos en la misma sede de
ADICT. Ya que otros días se celebran con los amigos, ¿por qué no celebrar un
día en la Navidad
todos juntos? Así que sobre las dos y media estaban todos sentados a la mesa.
Todos excepto Javi y José, que se retrasaban quizá más de lo que habían
previsto. Laura era la encargada de servir la comida, con la ayuda inestimable
y desinteresada de Rafa. Un gigantesco filete para cada uno, según dijo Laura,
“recién cortado por el carnicero ese que hay dos calles más abajo, que es muy
bueno y tal”. Todos estaban sentados y habían empezado a comer porque se
enfriaba la comida y esos dos seguían sin aparecer. A eso de las tres menos
cuarto entraron por la puerta.
―¡Pues no, Suárez no lleva
razón! ―se oía a
José Antonio―. Si
quiere dinero que robe un banco. No le doy un duro. ¡Ni rehabilitaciones ni
leches! El que es tonto es tonto...
―Si ya lo sé, vamos a ver,
¡pero son sólo cien euros de nada!
―¿Cien euros? Si te dijera lo
que pienso que va a comprarse con esos cien euros. ¡Hierba de la buena, como
mínimo! ―exclamó
José, entrando en la gran sala de celebraciones con los coloridos adornos colgando
de las paredes. Javi le siguió.
―¡Bonita estampa! ―dijo, sentándose―. ¡Pedazo de filete!
―El caso―decía Sergio― es que esto está buenísimo.
No sé si es la carne o los condimentos que has echado, Laura, pero está de
muerte…
―Yo creo que es la carne―afirmó Galindo―. Y esos entremeses que has
colocado… “chapó”…
―Tú calla y come, que es lo
tuyo―dijo Javi―. Me voy a comer el filete y
punto. Que ya sabéis que no soy de mucho comer… que eso engorda.
―Oye, Laura―intervino Lucas, llevándose
un gran trozo de carne a la boca―. ¿Y de
qué has dicho que es esta carne?
―El caso es que está buena,
la jodía―dijo
Galindo.
―Galindo, espero que te
refieras a los filetes―dijo
Javi, mosqueado.
―Bueno, eso también―se rió Galindo.
―¡Yo a ti te mato, por
anormal!― Javi se
levantó.
―¡Vale, calma, calma!― exclamó Laura, viendo venir
la catástrofe―. Que
Galindo sea un necesitado desesperado no es novedad― Javi se sentó, con
instintos asesinos aún―. En
cuanto a la carne, Lucas...
Lucas se
llevó otro gigantesco trozo de carne a la boca mientras mojaba un buen trozo de
pan en la salsa…
―¡ES DE PERRO!
―¿QUÉEE?― bramó Rafa, escupiendo
instantáneamente en el suelo.
―¡ARGH!―Galindo se empinó el
refresco completo.
―¡QUÉ ASCO! ― exclamó Sergio.
―Oye, pues da igual― dijo Javi, llevándose el
tenedor a la boca―, ¡esto
está rico, rico, como dice el cocinero! ¿Qué más da que sea de perro? Te está
bien, Galindo, por meterte con mi chica guapa impunemente…
―¡Pero bueno! ―exclamó José Antonio, casi
dando arcadas―. ¿Y
todavía dices que está bueno esto? ¡Qué asco! ¡Pobre perro!
―¡Te voy a denunciar a
Greenpeace! ― bramó
Lucas, que estaba enfadadísimo.
―Lo que no me explico― dijo Laura, con una sonrisa
traviesa en su cara― es cómo
podéis ser tan... ¡¡INOCENTES!!― gritó.
Javi se partió de risa y Sergio también. Obviamente, ya lo sabían…
―En realidad― dijo Laura, cogiendo una
gran fuente tapada― el perro
está AQUÍ DENTRO.
Destapó
la fuente y allí había un perro enorme…
―¡JODER! ― gritó Rafa.
―¿Pero serás asesina de
animales? ―gritó
Lucas.
―Ay, hijo, ¡que es de
mentira! ― exclamó
Laura, que se desternillaba.
―Pero, ¿a que ha molado? ― preguntó José Antonio,
partiéndose de risa junto con Javi y Sergio, que estaban que no se tenían en
sus asientos.
Transcurrió,
sin más sobresaltos, la comida. Lucas pensaba en ejecutar su cruel venganza,
pero Javi le tenía una preparada para que se dejara de tonterías. Tuvo una
conversación secreta y oculta con Laura, de la que no se enteró absolutamente
nadie, cuyo contenido fue el siguiente:
―Grabamos una cinta con el
sorteo de hoy, la rebobinamos y la dejamos en el vídeo. Falsificamos entonces
el décimo con el número de Lucas. Y entonces se pensará que le ha tocado, ¿no? ―explicaba Javi―. Lo siguiente que hay que
hacer es ponerse a dar saltos de alegría, hacer que nos enseñe el billete y
entonces, por accidente, ¡zas!, al fuego de la chimenea.
―¡Sublime! ―exclamó Laura―. ¿Pero no tienes un plan B?
―No esta vez―dijo Javi―. Pero estoy seguro de que
funcionará, porque nuestras conspiraciones funcionan siempre, Lauri… Ciertamente
es imprescindible que Lucas no vea el sorteo hasta que esté todo listo.
Y dicho y
hecho. Con nocturnidad y alevosía, mandaron a Lucas y Galindo a la calle a
inspeccionar un sitio a la hora del sorteo. Laura ya se había enterado del
número de Lucas con sus malas artes de espía… y Javi, con ayuda de José
Antonio, falsificaba mediante un programa informático el décimo, para que
resultara exacto al de Lucas. Ni por asomo había tocado el número en el sorteo,
pero eso lo sabían ellos, que lo habían visto en directo a las nueve y media de
la noche. A las diez empezó a llegar la plana mayor de ADICT para la última
reunión del día 28 de diciembre. Cuando Lucas y Galindo volvieron de la calle,
estaba la cinta de vídeo preparada, el décimo encima de la mesa…
―¿Habéis visto mi décimo del
sorteo? ―preguntó
Lucas.
―Está ahí― Laura señaló a otro
despacho―. Voy a
por él…
Volvió al
poco con el número.
―Bueno, antes de ver cómo
quedan los asuntos del maltratador de marras que está investigando Juanjo―dijo Javi―, vamos a ver el sorteo de
hoy, que he grabado por estar todos de guardia. Como sé que algunos siempre
lleváis un décimo encima, lo he grabado, sí…
Apretó el
botón del mando a distancia y la tele proyectó el sorteo. Lucas miraba
ensimismado su número. Laura le daba un disimulado codazo a Javi a medida que
iban saliendo los números.
―Un siete―se oía a Lucas―. Un siete…
Y el
siete salió, como era de esperar. Lucas se puso a dar saltos de alegría.
―¡Me ha tocado! ¡Sí, señor!
¡Diez mil eurazos!
―¡Déjame ver! ―le pidió Rafa―. ¡Pues sí! ¡Exacto!
―¿A ver eso? ―Javi lo cogió.
―¡No, espera, déjamelo a mí! ―le pidió Laura, intentando
cogerlo de la mano de Javi y empezando un forcejeo. La cosa fue a mayores
cuando entró José Antonio por en medio…
―¡Yo también quiero verlo!
¡Anda, dame!
Y
entonces a Javi se le “cayó” el décimo a la estufa de leña, y aquél se hizo
cenizas instantáneamente… Lucas les miró con instintos asesinos pero entonces
Javi y Esther se pusieron de acuerdo.
―¡INOCENTEEEEE!
―¿Qué decís? ―preguntó Lucas―. ¡Me ha tocado, está claro!
―Sí, Luquitas, pero lo que no
sabías es que había una cinta de vídeo ahí dentro― José Antonio señaló el vídeo―. Te la han colado.
―¿Cinta de vídeo? ―exclamó Lucas, indignado.
Abrió un cajón y sacó de él… una cinta de vídeo―. ¡Sí, esta cinta
de vídeo! ¡Que la acabo de sacar de ahí ahora mismo, Javi! ¿Quién es ahora el
imbécil y el anormal, eh? ¿Es que no sabíais que hoy retrasaban el sorteo por
ser el especial del día de los inocentes y era una hora más tarde? ¿Eh?
Javi y
Laura se miraron estúpidamente, con cara de besugo, sin saber qué decir. Pero
si habían visto el sorteo y lo habían grabado, ¿cómo era posible que…?
Entonces
Lucas, viendo la cara de desolación que habían puesto, les gritó:
―¡Ja, ja, ja! ¡Habéis picado!
¡Inocentes! ¡Inocentes! ¡Ja, ja, ja!
José
Antonio se desternilló instantáneamente de la risa, sin saber qué decir. Rafa
miraba al techo y decía “¿qué he hecho yo
para terminar rodeado de piraos?”, y Juanjo se mantenía sereno, como de
costumbre, pensando en que todo aquello era una locura y acabaría como el
Rosario de la Aurora.
―¡Nunca jamás! ―exclamó Lucas, mientras se
dirigía a la puerta―. ¡Nunca
jamás oséis desafiar al rey!
―Lucas―dijo Javi―. ¿Quieres que te diga una
cosa?
―Sí, hombre, dila, que me ría―dijo Lucas.
―No te atrevas a salir de
aquí―dijo Javi―. Porque grandes amenazas se
ciernen... sobre... tu... cabeza― enfatizó
las últimas tres palabras.
―¡Sí, ya! ―exclamó Lucas―. ¡Me largo, ahí os quedáis!
¡Pringaos!
―No, ¡por favor, no lo
hagas…!―le dijo
entonces Laura, en tono de súplica.
―¡Soy el rey! ―iba diciendo Lucas.
―¿Te digo quién es el rey? ¿O
mejor dicho, los reyes de las bromas, Lucas?
―No hace falta, Javi, ¡no
hace falta, ya me lo sé, mis muertos en vinag…! ―entonces abrió la puerta para salir a través de ella y un
cubo repleto de agua sucia le cayó encima de la cabeza. Todo el club se
desternilló de la risa instantáneamente. Javi pasó por su lado, junto con
Sergio y con Laura, y le dio a Lucas unas palmaditas en el hombro.
―Eeeeeeeso es, Lucas, tus
muertos. Tus muertos en vinagreta son los reyes de los inocentes, Lucas. ¡Tus
muertos en vinagreta! Ah, y ¡nunca jamás! Nunca... jamás... oses desafiarme a
mí…
Y así
terminó este glorioso día de los inocentes, en el que nunca nadie supo si el
cubo de agua lo había puesto Laura, o Javi… ¿o tal vez fuera Juanjo, que miraba
a Lucas de una manera muy sarcástica, como nunca jamás lo había mirado? Quién
sabe…